El suelo de la terraza le arde áspero bajo el pecho, el vientre y los genitales. Coloca el fusil en una posición que le permita recuperar la sensibilidad de los brazos, de los muslos. Un perro atraviesa como un buey lento la plaza. La boca seca. Se saca el chicle y lo pega en la mira telescópica. Coloca de nuevo el círculo del ojo en el círculo metálico. La paciencia de un pescador o de un avistador de aves. Puto desierto. Su aliento calienta la munición. El sol ha caído sobre él como una venganza que durará todo el día. Ni un ser humano. Pequeño o grande. Al despertar pone de nuevo el ojo en la mirilla. En la plaza, hombres, mujeres,niños y perros tienen la cabeza alzada y mantienen la mirada fija en el brillo del fusil que proviene de un ángulo de la terraza. Huele a pino de Alepo ¿Es el pico de un pájaro? Brilla como la escama de un pez. “Una bala por cada blanco”. “Tire contra todo lo que se mueva”. “No piense en la edad ni que tienen familia”. «Y retírese sin ser visto». En la plaza hombres,mujeres y niños, estancados, apelotonados entre los perros, con la vibración del asombro en la boca, hablan de peces y de pájaros.