Salvador Dalí utilizaba la miel para cubrir sus «alámbricos» bigotes. Las moscas quedaban atrapadas en ellos y agitaban desesperadas las alas emitiendo un zumbido continuo que lo excitaba sexualmente. De todo aquello se creó, a mi entender, un personaje verídicamente falso y atormentado. Un niño, y un artista, nunca amado.
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