Las cosas crecen muy débiles e injustamente deformadas cuando se utiliza el «principio del daño», «el discurso del odio» o el «principio de ofensa». Aquellas personas que levantan la voz en defensa de la libertad de expresión deberían saber de qué trata, de qué se trata, contra quién se trata y cómo se trata.
La libertad de expresión es un derecho humano pero también lo es, y en inabarcable medida, el respeto a la vida de los demás. Seguimos dando tumbos mientras nos comemos los unos a los otros, confundidos, débiles, pensando y reaccionando en círculo. La (válida) libertad de expresión crece siempre y crea sociedades inteligentes si tiene capacidad para generar un avance real, un análisis inteligente y un respeto visible hacia uno mismo y ante los demás.